El fracaso forma parte de la vida. De hecho, si no existiese el fracaso tampoco existiría el éxito. Lo que ocurre es que no estamos acostumbrados a fracasar. Nos consideramos unos triunfadores desde el mismo momento en que fuimos los únicos, entre miles de millones de espermatozoides que pudimos llegar al óvulo, fecundarlo y nacer.
Sin embargo, desde que nacemos, lo único que hacemos es perder. Perdemos el calor materno del útero que nos tenía protegidos. Si hasta entonces éramos el primogénito, ahora perdemos ese puesto. En el colegio perdemos el balón, el bocadillo del almuerzo, perdemos la libertad de jugar cuando queramos. Cuando crecemos perdemos la inocencia, la mayor de las pérdidas. Perdemos a algún amigo o un amor que se desvaneció, un trabajo, las llaves, el móvil, la vergüenza, la oportunidad de tu vida.
Seguimos perdiendo con la edad todo lo que tenemos, algunos pierden la memoria, la esperanza, las ganas de vivir, de soñar y finalmente pierden la vida.
Pero tranquilos, no todo en la vida es perder. También ganamos a veces. Ganamos grandes amistades, preciosos momentos que se convertirán en recuerdos maravillosos, ganamos dinero, experiencia, conocimientos, madurez. Con los años ganamos en fortaleza y en sabiduría. Sobre todo ganamos cuando aprendemos a aceptar la derrota, porque entonces dejamos de sufrir y simplemente la entendemos como parte de nuestra vida. Sin ella no aprenderíamos nunca y lo mejor de todo no sabríamos disfrutar y alegrarnos cuando consiguiéramos ganar. Solo sabemos comprender lo que cuesta conseguir el éxito después de haber pasado por muchas derrotas.
Lola Beccaria, habla en su libro "El arte de Perder" de la pérdida una y otra vez del amor. La solución para ella no es otra que la de perder una y otra vez. Perder hasta hacer de la pérdida un arte. Perder hasta perderlo todo. Perder hasta quizá...no haber perdido.
Hasta pronto.
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