martes, 15 de julio de 2014

Fácil no existe


Abres los ojos antes de que el sonido de tu ridículo despertador te despierte, ha perdido su función ya habías despertado, respiras, parpadeas, cuentas las picaduras y pones el piloto automático.

El agua se desliza por los surcos y recovecos de tu rostro, te vistes, tomas café y miras por la ventana. Te despides, sales, tomas el coche, el autobús, la bici, tomas tu camino de todos los días, piensas rápido y luego lento, completamente absorto/a, nadie te acompaña sólo tu. Es el mejor momento del día, es el inicio de otro día, aún no has hablado, aún no ha pasado nada nuevo, todavía conservas todas las vidas de tu partida.

Llegas a tu destino, dedicas una hora, mil, lloras, sufres, te entregas, el sudor cae por tu frente, las manos te sudan, te caes, te levantas, lo vuelves a intentar. Escuchas al equipo, pero no oyes, desconectas, te aburre, te plantas, te piensas si será posible abandonar, pero no lo es. Cada día ries menos, cada día te importa menos. Cada día entiendes menos "qué pinto yo aquí y por qué sigo adelante".

Imaginas nuevos destinos, planes de vida diferentes, volver a empezar como opción, buscar una salida como mantra.

Por fin, es el día marcado en el calendario, el día temido y ansiado, el momento de demostrar que todo el esfuerzo invertido ha servido para algo. Te sientas delante del espejo, te colocas la indumentaria, todo te aprisiona los pulmones, apenas puedes respirar y la ansiedad mantiene tu piel tirante.


El dolor de tus músculos desaparece, las heridas de tus pies no las sientes, un sudor frío recorre tu nuca, el toque de alerta da comienzo al ejercicio.

No ves a la gente, no piensas en nadie, únicamente tu cerebro dicta los pasos, uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Pero, sin que puedas detenerlo, un fallo, un traspiés, un error, una maza, una maldita maza ha caido encima del tapiz, el eco parece no querer detenerse nunca, el ruido de la caída es idéntico al de una explosión, el tiempo se ha detenido, la presión psicológica puede contigo, no lo has conseguido, has fallado.




¿Y ahora qué?

Abandona o sigue luchando.

Tú decides.