Reconócelo, no te encanta el verano por lo que
es, sino por lo que fue.
Hace años, cuando no te preocupaba ni el
presente, ni el pasado, ni el futuro, cuando vivías pensando en cada segundo,
el verano te fascinaba. Los días no pasaban, se deleitaban, la luz que cubría
todo tu cielo no cesaba hasta bien entrada la hora de la cena, tu madre te
llamaba para que subieras, engullías aquello que tuvieras delante y volvías a
la calle, porque la vida estaba ahí fuera.
El agua se convertía en un estado de tu continua
actividad, sumergirte en el mar y dejar la mente sin sonido, ni imágenes, no
era un reto porque nada podía perturbarte. Las horas caían del reloj como si a
nadie le molestase. Ver amanecer era obvio, porque dormir se consideraba algo
superfluo que podía hacerse en cualquier otro momento del día.
Pero si tuvieras que detenerte en un instante en
concreto, seguro que lo harías en aquel verano. Todo el mundo tiene su verano,
ese que no podrás olvidar jamás, porque jamás te sentiste tan vivo.
Acuérdate como hiciste la maleta, al reunirte con
tus amigos, sentías como la adrenalina te salpicaba dentro, como la
cebolla cuando la echas en aceite hirviendo. Y te fuiste, durante unos días,
tu mundo se detuvo, como en una hoja en blanco paralela a tu vida y ahí
escribiste una nueva historia. Días de música en vivo con el aire de la noche
que te erizaba el vello de la nuca, esas cervezas hundidas en la arena de la
playa, aquella moto que compartiste con tres personas más y que te acompañó
descubriendo todos los rincones de tu isla favorita. Esas conversaciones que te
marcarían para siempre, esos escenarios que nunca antes habías visto y que no
podían comparase con nada, porque nada podía superar su belleza, esas cenas y
comidas comunitarias incomibles que te hacían reír hasta que te dolía el
estómago, porque lo de menos era comer, esos besos robados a la luz de la luna,
las promesas que juraban "El verano que viene volvemos" "Esto
hay que repetirlo". Ese extraño sentimiento que te hacía creer que todo
seria siempre así.
Dicen que donde has sido feliz, jamás has de
volver, sea cierto o no, lo único que es verdad es que aquel verano fue único e
irrepetible.
Y a causa de aquel verano, cada año, justo cuando
empiezan a alargarse los días y el calorcito se va acercando, cuando te das el
primer baño y un ligero cosquilleo te recorre el cuerpo, en ese instante esa
sensación vuelve a ti y es entonces cuando piensas que el verano es
maravilloso.
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