Siendo yo una niña, soñaba con ser artista y comerme el mundo, hoy día sigo soñando con lo mismo. Lo que ocurre es que al mirar a mí alrededor veo que la tónica que se repite constantemente es la de una generación que sueña con ser "choni". ¡Oiga! que no es mejor ni peor, simplemente es diferente.
Se dice que a causa de la crisis muchas mujeres están volviendo al hogar, a limpiar y a criar a la prole. Aunque no nos engañemos, la situación no es nada comparable a la de los adorados años 50, famosa época donde la mujer no gozaba de los mismos privilegios que el hombre y su lugar en la vida era ser ama de casa y esposa. Desde entonces, la mujer ha recorrido mucho camino, esforzándose por mejorar su situación en casa y en el trabajo. Sin embargo, hay unas cuantas mujeres que libremente han preferido quedarse en casa con su niño en brazos, haciendo como que son amas de casa, mientras la madre intenta persuadir a la hija para que estudie y se labre un futuro, pero ella le espeta sin tapujos: ¡Mamá que yo quiero ser choni! que estoy muy a gusto en casa con mi niño.
Mi madre siempre ha dicho que su generación fue "engañada" porque ellas trabajaron, criaron a los hijos, limpiaron la casa, en fin que fueron pluriempleadas. Se casaron jóvenes y como luchaban por sus derechos también comenzaron a trabajar muy jóvenes, tuvieron a sus hijos muy jóvenes y en fin que muy jóvenes se les acabó el chollo.
Como decía, en los años 50 a causa de una crisis producida al terminar la segunda Guerra Mundial, las mujeres tuvieron que regresar a sus casas y todo lo avanzado en los famosos "Locos años 20" quedó borrado. Había que levantar el país como fuese y eso significaba también aumentar el índice de población que tras la guerra se había resentido. La mujer quedó reducida a una bonita postal en la mayoría de casos "falsa" y de ahí se saca la escritora Sue Kaufman la historia para su libro "Diario de un ama de casa desquiciada"
Parece que la historia se repite, aunque con algunos matices, porque que quede claro, el glamour de aquellos años no tiene comparación y me atrevo a decir que nunca se repetirá.